█ D. Víctor Peñasco
Al final de la calle Pintor López Torres, gira a la derecha en
calle D. Víctor Peñasco.
D. Víctor Peñasco y Otero se casó con la tomellosera Dña. Crisanta Moreno Martínez, ambos en segundas nupcias después de enviudar. La ciudad de Tomelloso le debe mucho a Dña. Crisanta, pues fue ésta la que trajo la
primera línea de teléfono a Tomelloso y construyó el
Hospital-Asilo “San Víctor”.
El nieto de D. Víctor Peñasco y Otero, D. Víctor Peñasco y Castellana iba en
el Titánic, una historia de película:
Víctor Peñasco y María Josefa Pérez de Soto contraen matrimonio el día 8 de diciembre de 1910 en Madrid y, como era habitual entre las parejas de recién casados de las clases adineradas, emprenden una larguísima luna de miel por las principales capitales europeas, un romántico itinerario que se va a prolongar durante casi un año y medio. Los felices esposos irán acompañados por el mayordomo de Víctor, Eulogio, y la doncella, Fermina Oliva Ocaña.
Una noche, mientras cenaban en un restaurante parisino, cae en sus manos un cuadernillo publicitario que atrae su atención. Va a zarpar con destino a Nueva York, haciendo escala en Francia, el vapor más grande jamás construido. Se llama Titanic.
Entusiasmados, Víctor y María Josefa deciden embarcarse en el Titanic. Pero Fermina se sentía inquieta. La madre de Víctor también había presagiado algún peligro y había rogado a la pareja que no navegasen. «Viajad a donde queráis, pero no toméis ningún barco», les suplicó. Serán sólo dos de las muchas premoniciones que hubo de la catástrofe.
Obviando las recomendaciones, compran los pasajes para el matrimonio y para Fermina. El mayordomo se queda en París. Para no preocupar a su madre, Víctor ha urdido un divertido plan. Dejarán escritas unas cuantas postales y el mayordomo se encargará de enviar a Madrid una cada día.
La noche de la tragedia, el matrimonio Peñasco se dispone a descansar después de disfrutar de una deliciosa velada nocturna a bordo del Titanic. Nada más tenderse sobre la cama, Fermina percibe una inusual vibración que recorre la nave. El leve desconcierto inicial se transforma en una inquietud creciente cuando, minutos después, se percata de que el barco se ha detenido. Atemorizada, sale de su habitación y golpea con los nudillos en el camarote de sus señores. Víctor decide subir a cubierta para investigar qué está ocurriendo.
Cuando alcanza la cubierta superior, observa cómo los marineros corren apresurados de un lado a otro retirando las lonas que cubren los botes salvavidas. Aunque, como todos los viajeros a bordo, Víctor es ajeno a esta espantosa realidad, al averiguar que el Titanic ha colisionado contra un iceberg, se alarma y desciende a la cubierta C tan deprisa como le es posible irrumpiendo en la cabina donde, ansiosas, esperan noticias María Josefa y Fermina. «¡Que se hunde, que se hunde!», exclama. En esos momentos, una escuadrilla de mayordomos va recorriendo los pasillos, ya profusamente iluminados, y llamando a las puertas de los camarotes con fingida calma. «Todo el mundo a cubierta con los chalecos salvavidas», resuena como un eco por las galerías.
A las doce y veinticinco de la noche, el oficial Lightoller, encargado de supervisar la evacuación por la banda de babor, da la orden de embarcar a las mujeres y los niños. Aislados de la muchedumbre, María Josefa, Fermina y Víctor, permanecen juntos al amparo del bote 8. Cuando María Josefa comprende que sólo podrán embarcar las mujeres y los niños se abraza a Víctor entre afligidos sollozos y se niega en rotundo a despegarse de su lado. Los esfuerzos de Víctor para persuadirla resultan infructuosos.
Muy cerca, La condesa de Rothes y Gladys Cherry presencia la terrible escena de la separación de los recién casados. La condesa, conmovida, se atreve a intervenir. Se acerca a la pareja y musitando confortadoras palabras en italiano procura convencer a María Josefa de que entre en el bote. Pero ella, sin dejar de llorar, se opone. Víctor, abrumado, la arroja en los brazos de la condesa y de su prima. «Cuiden de ella», les ruega. Quizás presintiendo que no sobrevivirá, Víctor se despide para siempre de su esposa: «Pepita, que seas muy feliz».
María Josefa y Fermina se salvaron y pudieron rehacer sus vidas.
Seguimos caminando hasta que veamos a la izquierda una pequeña rotonda con una estatua de otro personaje ilustre de Tomelloso:
D. Francisco Martínez Ramírez, fundador del
primer periódico de la ciudad y que luchó por el
ferrocarril, el cual trajo en 1914.
En el pedestal de la estatua, debajo del nombre de este personaje, aparece su apodo, el cual coincide con el nombre del periódico.
¿Cuál es el apodo de Francisco Martínez Ramírez?